lunes, 3 de marzo de 2014

“Mi hij@ no quiere tomar la medicación: adherencia al tratamiento en niñ@s”



¿Cuántas veces tu hijo te ha puesto problemas para tomarse la medicación? Es algo habitual pero aún así irritante.  Mucho más cuando esto ocurre con niños o adolescentes que tienen una enfermedad crónica con tratamientos prolongados en el tiempo.  No hay recetas mágicas, pero los padres tienen que conocer la importancia del correcto tratamiento y hacer todo lo posible, con la ayuda de los profesionales sanitarios, para que esto se consiga.

El inadecuado seguimiento de los tratamientos prescritos por los profesionales de la salud es un problema común en adultos (sobre el 50% del correcto seguimiento) y muy habitual también en la población infantil (se habla del 34 al 82% del no cumplimiento).
En niñ@s son frecuentes las conductas de oposición al tratamiento, como quejas, llantos, rabietas, protestas, etc. sobre todo cuando se trata de enfermedades de larga duración o que requiera un tratamiento con muchas horas de dedicación (cáncer, diabetes, obesidad, etc.).
La presencia de estas reacciones de forma continuada supone una fuente de estrés que afecta a toda la familia y que repercute en la adherencia al tratamiento.  Por un lado el niño enfermo se muestra reticente a cumplir con los tratamientos y expresa resentimiento hacia sus padres por la disciplina que le imponen.  Por otro lado los padres deben lograr que el niño cumpla las prescripciones, pero al mismo tiempo se genera en ellos un sentimiento de culpabilidad al observar sus reacciones.
También esta situación afecta a los hermanos del niño, a los que se les puede exigir nuevas responsabilidades y reciben menos atención por parte de sus padres.
La falta de adhesión genera un mayor número de recaídas, de hospitalizaciones y de complicaciones que pueden suponer el fracaso del tratamiento y el riesgo para la salud del paciente.

¿Adherencia al tratamiento?

Pero, ¿qué queremos decir con “adherencia al tratamiento”? Este concepto se define como un proceso de cuidado en el que el enfermo colabora de forma activa y responsable con el profesional de la salud aceptando el régimen terapéutico y las conductas que debe realizar para que el tratamiento sea eficaz.  Las conductas que se relacionan con este término son:
  •     Iniciar y continuar un tratamiento.
  •     Mantener las horas de consulta y asistir a las revisiones.
  •     Tomar correctamente la medicación.
  •     Llevar a cabo los cambios requeridos en el estilo de vida.
  •     Realizar de forma correcta el régimen terapéutico domiciliario.
  •     Evitar las conductas de riesgo para la salud.


Es decir, aunque la toma de medicación es una de las conductas más problemáticas y compleja, no es la única.  Por ejemplo: un niño diabético puede tomar la medicación, pero no realizar los ejercicios indicados o incumplir la dieta, por lo que la eficacia del tratamiento y su salud puede verse perjudicada.

Variables de l@s niñ@s que inciden en el tratamiento

  •     Características del menor: motivación hacia el tratamiento, expectativas de éxito, apoyo familiar, estado emocional.
  •       Variables del tratamiento: Complejidad, duración, intrusividad, efectos secundarios, balances costes/beneficios.
  •    Variables de relación profesional de la salud-paciente: actitud empática del personal sanitario, satisfacción del paciente con la relación.
  •      Variables estructurales: tiempo de espera corto, atención por un mismo profesional, relación entre los profesionales de la salud.
  •    Variables de la enfermedad: presencia de síntomas, grado de molestia de los síntomas, duración.



¿Cómo mejorar la adherencia al tratamiento?

La intervención cuando hay problemas de adherencia puede llevarse a cabo con tres objetivos:

1. Prevención de la baja adherencia:

a.  Para ello es básico que el niño o adolescente haya comprendido correctamente las recomendaciones y conductas prescritas.  Se debe adaptar la información a la edad del niño y al nivel cultural de los padres y proporcionar
b. Establecer una relación afectuosa y cordial con el profesional de la salud, intentando cambiarlo lo menos posible.
c.  Siempre que se pueda, se deben pactar y consensuar las acciones con el niño (y sus padres) para que sean parte activa de la estrategia terapéutica.
d.  Es conveniente crear un ambiente en el que el niño y sus familiares cercanos intercambien opiniones y discutan sobre los problemas, miedos y preocupaciones respecto a la enfermedad, el tratamiento, los riesgos que implica y los cambios que supone en la vida diaria.

2.  Incremento de la baja adherencia: pueden ponerse en práctica diferentes estrategias:

a. Señales ambientales: carteles indicadores que recuerdan las tomas de medicación o la realización de tareas prescritas y el momento de hacerlas.  Este método es efectivo en tratamientos de corta duración, ya que el estímulo deja de ser novedoso con el paso del tiempo. Otro método serían los envases o pastilleros con avisador de cada toma, relojes con alarmas, la utilización de móviles/tablets, etc.
b. Minimizar la complejidad del tratamiento: el seguimiento es más probable cuanto más sencillo resulte el tratamiento para el niño.  Por ejemplo, el tener que realizar 2 tomas al día se acepta mejor que 3.  Cuando el no se pueda simplificar es conveniente llevarlo a cabo en varias fases o ir aumentando el número de conductas o la complejidad de éstas de forma progresiva.
c.  Adecuar el tratamiento a las peculiaridades del niño: el régimen terapéutico más adecuado es el que interfiere menos en la vida del paciente.  Se tiene que adaptar a las características del menor: horarios, hábitos, personalidad, entorno, etc.
d.  Promover y mantener una buena relación con el profesional de la salud: éste debe reforzar los avances y seguimiento del tratamiento, utilizando reforzadores sociales (felicitaciones, muestras de afecto, etc.) y materiales (pequeños obsequios).  Por otra parte, el profesional debe averiguar las expectativas y creencias en torno a la enfermedad y al tratamiento para poder modificarlas en caso de ser erróneas.
e. Las técnicas conductuales han demostrado su efectividad.  Asumen que cuando una conducta va seguida de una consecuencia positiva o elimina una situación desagradable se aumenta su frecuencia. (economía de fichas, contrato conductual, establecimiento de metas, retirada de atención o extinción, reforzamiento de conductas adecuadas y contrarias a las no deseadas, tiempo fuera o aislamiento).



3.  Mantenimiento de la adherencia: implica la capacidad de autocontrol por parte del niño.  Es importante ayudarlo a anticipar y afrontar situaciones de riesgo en las que sea posible la recaída.  Aún así, las recaídas iniciales se tienen que valorar como oportunidades de aprendizaje contra futuras recaídas ya que proporcionan la oportunidad de saber más acerca de éstas.  Un programa de reforzamiento adecuado permite lograr el mantenimiento de las conductas saludables hasta que aparezcan las consecuencias positivas a largo plazo del tratamiento prescrito.

BIBLIOGRAFÍA
Ortigosa, J.M.; Quiles, M.J.; Méndez, J.X. (coords.). Manual de Psicología d ella salud con niños, adolescentes y familia. (2003). Madrid. Pirámide

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