sábado, 22 de marzo de 2014

Concurso relatos cortos sobre enfermedades raras.

Se está realizando un concurso de relatos cortos sobre enfermedades raras. Os paso el relato que trata sobre " EII"  y la página para ver el resto.
Podéis participar votando al que os guste, solo hay que entrar en el enlace y votar.




El juego de Eris
Los dos muchachos me miran curiosos. Uno de ellos es un joven desenfadado de pelo rojizo y un piercing en la parte superior de la oreja, que lleva el fonendoscopio en un bolsillo de la bata. Sonríe risueño mientras desliza sus manos por mi abdomen, buscando como un niño que hurga en la arena intentando encontrar el muñeco que ha perdido en la playa. La otra persona es una joven de ojos marrones y gafas. Lleva abrochada una bata holgada y de los hombros cuelgan los extremos del fonendoscopio. Mira concienzuda lo que hace su compañero y retira apurada la mano tras un roce casual con mis dedos. Sonrío y ella parece notarlo, desviando la mirada hacia el suelo de forma sutil.
Por unos segundos el muchacho parece encontrar lo que buscaba, pero continúa sus tejemanejes, en ocasiones erráticos, aunque con momentos aparentemente estructurados. Finalmente es la joven la que inicia su particular ritual exploratorio. Recorre mi piel con sus ojos, buscando con la misma intensidad con la que el cartógrafo traza sus mapas. Realiza su exploración con un orden preciso, como si no quisiese dejar ningún cabo suelto. Palpa mi abdomen como su compañero, pero un brillo sutil aparece en su pupila cuando percibe algo que no va bien. Mi ceño se arruga y mis labios conforman una mueca apretada coincidiendo con su brillo.
Cuando está a punto de abrir la boca la puerta de la habitación se abre y entra un tercer compañero. Es un muchacho más mayor, vestido de color morado.
En el tiempo que llevo ingresado he aprendido a identificar el año de residencia en función del volumen de las notas que llevan en el bolsillo de la bata. En este caso son bastante numerosas y deterioradas, por lo que debe ser de último año.
Sus ojos se desplazan de uno a otro, sin mirarme, y les pregunta:
-        ¿Y bien? ¿Qué os parece?.
Por un momento me siento como un objeto extraído de un gabinete de curiosidades decimonónico. Miro mi reloj de pulsera, como si el tiempo me importase realmente, y cuento los segundos que tardan en contestar.
Finalmente el muchacho empieza a hablar en su jerga médica. No entiendo absolutamente nada, aunque su perorata parece llamar la atención del último en llegar a la fiesta. La chica parece azorada y rebusca en su particular tesoro bibliográfico con gesto contrariado.
Transcurren unos minutos de eterno soliloquio hasta que un enfermero llama la atención del joven del pijama morado, que abandona la habitación.
-        Disculpen, ¿podrían decirme si hay alguna novedad? – indico sin pretender interrumpir.
El joven del piercing me mira sonriente y me contesta con un “no se preocupe”, mientras abandona la habitación en pos de su mentor.
La muchacha, por contra, permanece en la habitación mientras los pasos de su compañero se alejan por el eterno pasillo del hospital. En el tiempo transcurrido entre mi primer ingreso y el último he dado nombre a muchas de las instalaciones y el pasillo que conduce a mi habitación, la última de todas, ubicada junto a una monocromática sala de espera con un enorme ventanal que mira hacia las vías del tren, recibe el de “túnel de la memoria”. Lo llamo así porque uno llega allí a ser olvidado muchas veces. Puedes apretar el pulsador y una voz te contesta al otro lado, pero el tiempo pasa y pasa y al final, si tienes suerte, consigues ver a alguien, aunque probablemente pertenezca ya a otro turno. Con respecto a los médicos es diferente. Cada mañana pasa un nutrido grupo: estudiantes de Medicina, residentes de distintos años de especialidad, adjuntos jóvenes,…, incluso puede que el jefe de servicio pase a verte. Eso es mala señal.
Fui consciente de que algo no marchaba bien cuando tras cuatro tratamientos diferentes el dolor no disminuía. Confirmé mis sospechas cuando empecé a deponer sangre una y otra vez, mientras compartía habitación con un anciano al que vino a visitar el jefe de servicio.
-        No es ninguna suerte, ¿sabe? – Me dijo azorado.
-        ¿Por qué? – Le contesté intrigado.
-        Si ha sido capaz de venir desde su despacho, probablemente a unos trescientos metros de pasillo hasta aquí, es porque o bien no saben lo que tengo o bien lo saben y es tan raro que merezco la pena. – Me dijo forzando una mueca con la comisura de su boca y alzando las cejas – ¿Sabe? Hasta hace unos años fui profesor de Historia. Me gusta comparar lo que ocurrirá ahora con el juego de Eris y la manzana. Quizá lo conozca como la elección de Paris, cuando tuvo que elegir el príncipe Paris de Troya entre tres mujeres en lugar de Zeus. Eligió a Afrodita y ésta le hizo enamorarse de Helena. Al final ardió Troya. Dentro de un rato vendrán los residentes, propondrán sus teorías y el jefe decidirá quién lo ha hecho mejor. El caso es que al final arderá Troya.
Finalmente ardió Troya. Y aquí estoy yo, esperando mi particular juicio médico.
Mientras mi mente divaga la joven residente se aproxima, me toma la mano y me habla:
-        Me llamo Mariel. En el equipo pensamos que tiene enfermedad de Crohn y así parecen confirmarlo las pruebas realizadas. En breve empezaremos un tratamiento y estamos discutiendo cuál será el mejor.
Al parecer mi enfermedad es rara, pero existen tratamientos que mejoran la calidad de vida. Me informa de todo acompañando su sencilla explicación con una expresividad encantadora que, en medio de tanta frialdad, me parece mágica, curativa.
Al rato regresan el jefe y los dos residentes. El maestro reprocha a la joven su ausencia previa y a continuación les pregunta qué opción han elegido. Antes de que puedan contestar le miro con seriedad y digo:
-        Como paciente quiero participar en el juego. Elijo la opción que decida Mariel y no aceptaré ninguna otra.
La muchacha sonríe. El resto me miran sorprendidos. La Historia ha cambiado. Por esta vez, no arde Troya.
- Melmoth-

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http://www.genagen.es/premio/relato-corto-sobre-enfermedades-raras-2014/el-juego-de-eris/


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