En la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), un conjunto de trastornos que incluye la enfermedad de Chron y la colitis ulcerosa (CU), ciertas partes del tracto digestivo son objeto de una inflamación crónica. El adjetivo «debilitante» se queda corto a la hora de describir la EII en sus fases más intensas: durante una crisis de la enfermedad, una persona acostumbrada a llevar una vida ocupada y activa puede verse obligada a quedarse en casa, sin alejarse demasiado del baño, presa de dolores y náuseas.
Pero los genes solo son uno de los elementos que explican la aparición de la EII. Los otros factores resultan menos evidentes, pero igual de importantes a la hora de entender cómo prevenir y tratar esta enfermedad. Un nuevo informe, “Gut microbiota and inflammatory bowel disease” (Microbiota intestinal y enfermedad inflamatoria intestinal), publicado por la plataforma Gut Microbiota for Health Experts Exchange y redactado por los Profesores Philippe Marteau y Harry Sokol, repasa las nuevas teorías acerca de la fisiología perturbada de la EII. Todas estas teorías contemplan al menos tres otros factores además de los genes: la microbiota intestinal, el sistema inmunitario, y las influencias del exterior (o ambientales). Una combinación fatal de todos estos factores podría manifestarse bajo la forma de enfermedad inflamatoria intestinal.
En el centro de este debate se encuentra un fascinante descubrimiento de los científicos: cuando se observa detenidamente el tracto intestinal de personas con la enfermedad de Chron o con CU, su composición bacteriana difiere de la de una persona completamente sana. En concreto, una población menor de ciertasbacterias anti-inflamatorias (las que responden al curioso nombre de Faecalibacterium prausnitzii). Pero no solo eso, sino también una comunidad de virus residentes perturbada si se compara con la de una persona sana.
Esas variaciones en las comunidades microbianas (también llamadas «firmas») pueden ser la causa de la EII o no, pero como mínimo, podrían facilitar una mejor comprensión de lo que sucede cuando se producen los síntomas. Hoy se tiene una mejor percepción de lo que significan las firmas, señales que identifican un paisaje microbiano vinculado a una enfermedad, aunque ese paisaje no esté completamente cartografiado.
Además de la microbiota, dos factores relacionados podrían influir en la enfermedad inflamatoria intestinal: el sistema inmunitario y los desencadenantes ambientales. El sistema inmunitario, por ejemplo, podría haber sido entrenado de tal forma que el cuerpo tenga menos capacidad para enfrentarse solo a la inflamación. Y por su parte, los desencadenantes ambientales pueden determinarse estudiando los acontecimientos de le vida de las personas a las que se ha diagnosticado EII, como, por ejemplo, si una persona fue sometida a numerosos tratamientos antibióticos durante la infancia – pero en ningún caso se podrá someter a adultos o niños sanos a esos supuestos detonantes a propósito. Curiosamente, el debate científico reconoce que la microbiota intestinal interacciona tanto con el sistema inmunitario como con las influencias ambientales, y que estos dos factoresacaban actuando a través de la alteración de los microbios intestinales y los metabolitos que producen.
Si la microbiota intestinal tiene alguna vinculación con la EII, parece lógico que los médicos quieran modificar las bacterias y comprobar si esto mejora los síntomas de los pacientes. Los probióticos son un tratamiento prometedor, ya que numerosos estudios han demostrado que pueden reducir la inflamación, modular la inmunidad y mejorar la salud digestiva. Sin embargo, la administración de una única cepa de probiótico no basta para acabar con una comunidad de microorganismos próspera y perfectamente establecida en el tracto digestivo de un paciente de EII. El nuevo reto de la medicina es ahora cómo modificar la comunidad microbiana en su totalidad de manera duradera.
Se está investigando activamente el trasplante de microbiota fecal como instrumento para sustituir toda la comunidad mediante una muestra fecal recibida de un donante. Pero hasta la fecha dista de ser la panacea. Los pocos intentos válidos que se han realizado (ver aquí y ver aquí) muestran que no todos los pacientes responden a estos trasplantes, y para los que lo hacen, son necesarias varias sesiones. Por otra parte, por una razón aún desconocida, las muestras de algunos donantes son más efectivas que las de otros, aparentemente sanos. Los investigadores necesitan averiguar cómo modificar los procedimientos de los trasplantes para que sus efectos perduren, probablemente mediante combinaciones artificiales de microorganismos que imitan una microbiota sana. Sin embargo, antes tendrán que aprender mucho más acerca del funcionamiento de estas comunidades.
Cada vez más personas experimentan los dolores causados por la EII ya que la prevalencia de esta enfermedad está aumentando en el mundo entero. Sin embargo, a medida que la Ciencia avanza en el ámbito de la microbiota intestinal, crece la esperanza de que la medicina aporte nuevas soluciones a aquellos que padecen estas enfermedades.
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