Un investigador del cuerpo humano siempre se planteará si nuestro organismo está colonizado o contaminado por los microbios… el doctor Francisco Guarner Aguilar, jefe clínico del Servicio de Gastroenterología del Hospital Universitari Vall d’Hebron de Barcelona, sabe, por evidencia empírica, que estos microorganismos son benéficos o patógenos para el sistema imunológico y, lo que les hace más interesantes, que interactúan con nosotros
El profesor Guarner también sabe que la dieta equilibrada es muy importante desde el punto de vista de la salud global del ser humano, no solo por su mera faceta nutricional, puesto que en el tubo digestivo se adquieren nutrientes y se absorben los componentes energéticos que alimentan a las células, sino porque todo ese tracto membranoso trabaja día y noche en el reconocimiento inmunológico del mundo exterior.
“El 80% de las células inmunocompetentes están alrededor de la mucosa del tubo digestivo, donde disponemos de una serie de estructuras -30.000 folículos linfoides- capaces de obtener los antígenos o características de cada bacteria, o de cada microbio, para que el sistema inmunitario tome las decisiones de cuándo tolerar o cuándo rechazar a otro microorganismo“, expone.
Por eso hay microbios que perjudican a nuestra salud y por eso nuestro sistema inmunitario nos defiende: “El sistema inmunitario aprende a convivir con esas bacterias patógenasporque se hacen necesarias en la supervivencia del organismo. Es vital que se alojen dentro de nosotros”.
El colon, ¿vertedero o laboratorio?
Con metro y medio de largo y más de seis centímetros de ancho, expulsa al exterior los restos inútiles del bolo alimenticio; pero es en el colon donde se alojan la mayoría de las bacterias,un submundo con muy poca motilidad, es decir, donde las cosas de mueven muy poco.
“El organismo solo absorbe los azúcares y las amilasas -enzimas-. Lo demás llega al colon, fundamentalmente fibra vegetal, y permanece allí alrededor de un día y medio. Esa masa sirve de alimento a las bacterias, quienes la transforman enantioxidantes, vitaminas o ácidos grasos de cadena corta(la esencial omega-3, por ejemplo), sustancias que alimentan, a su vez, al propio tubo digestivo”, resume.
La investigación comienza a comprender la envergadura real del proceso comunicativo entre bacterias y humanos.
“Hemos entendido, incluso, que el hecho de estar colonizados por bacterias comporta un mejor crecimiento cerebral, algo que sorprende, más aún, si tenemos en cuenta las funciones de un órgano tan distante del tubo digestivo”.
Cuando un animal crece sin bacterias no se desarrolla correctamente, motivo que hace determinante la transmisión bacteriana entre familiares o entre individuos que se desarrollan en un mismo entorno medioambiental. El intestino está poblado por millones de bacterias, pertenecientes a unas 1.200 especies diferentes, que predominan unas sobre otras según los grupos de humanos.
La colonización microbiana te puede hacer más o menos resistente, ya que, por ejemplo, un tercio de lo que circula por nuestra sangre es de origen bacteriano. De hecho, las bacterias intestinales están implicadas en enfermedades como la obesidad, la diabetes o la colitis ulcerosa, por lo que cada individuo debería recibir un tratamiento en función de su pasaporte microbiano. En los adultos existen diferencias de hasta 300 especies.
A menos microbiota intestinal, más enfermedad
En la sociedad más avanzada hay menos bacterias comunes intestinales, a diferencia de los individuos que viven en zonas rurales o tribus de países… ¿en vías de desarrollo? Donde hay una dieta rica en grasas saturadas y baja en fibras vegetales desaparecen los microbios intestinales.
En la opulencia se dan más alergias, más asma y son más fáciles los contagios de enfermedades infecciosas, aunque los antibióticos las puedan minorar a posteriori (las urinarias han pasado de 140 a 105).
Se estudia, también, si la reducción de bacterias intestinales por la acción de los antibióticos está detrás del aumento de las enfermedades raras, como la esclerosis múltiple (EM) -degradación de la mielina-.
En cualquiera de los casos, para el investigador Francisco Guarner “Hay una desigualdad microbiótica entre personas enfermas y sanas“.
Valga de muestra un descubrimiento. En el año 2014, el Vall d´Hebron Institut de Recerca (VHIR), dirigido por el profesor Guarner, colaboró en una investigación internacional que identificó 518 nuevas microbacterias en la flora intestinal. Los pacientes con enfermedad de Crohn tenían muy pocas de esas bacterias.
A más dieta mediterránea, más flora bacteriana
Por eso la dieta es tan valiosa, “porque si no nos alimentamos con los sustratos adecuados, si no damos de comer a las bacterias que viven con nosotros, posiblemente perderemos a las bacterias más valiosas y se multiplicarán las bacterias con menos interés para nuestro desarrollo físico e intelectual“, asegura.
“Estas bacterias -continúa- son las que estimulan tolerancia en el sistema inmune, a estar bien equilibrados con el medio ambiente, sin irritarnos, y son las que procesan los nutrientes especiales que están en los vegetales, como puedan ser los polifenoles del aceite virgen de oliva (con propiedades antioxidantes), que hace aumentar el colesterol bueno”.
Si dejamos de ingerir fibra vegetal e insistimos en las grasas o los alcoholes, las bacterias “malas” echarán a perder la mucosidad intestinal, que se pudrirá liberando más ácido sulfhídrico, gas con olor a materia orgánica en descomposición. Quizá… uno de los motivos por el que el colon era un gran desconocido.
La dieta mediterránea incluye muchos aspectos nutricionales, ambientales y sociales en los que las bacterias de nuestro sistema digestivo participan para generar una mejor salud en el ser humano.
Este artículo se ha fundamentado en el curso de la UIMP “Microbiota y enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición” que se impartió a primeros de julio de 2015 en Santander durante la XVI Escuela de Nutrición “Francisco Grande Covián”.
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