miércoles, 1 de abril de 2015

Demuestran que las bacterias intestinales sirven para clasificar el efecto de diferentes enfermedades.

30/03/2015 | elperiodic.com  
Dos estudios coliderados por investigadores de la Universitat de València y la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica
 de la Comunidad Valenciana (Fisabio) demuestran, por primera vez, que es posible
 cuantificar y clasificar el efecto que diferentes enfermedades tienen en la actividad 
de las bacterias intestinales. Los trabajos han sido publicados en las revistas 
‘Scientific Reports’ e ‘ISME Journal’ del grupo ‘Nature’.
Los estudios ponen de relieve que diferentes fisiopatologías -lupus, diarrea
 infecciosa y obesidad- pueden segregarse en base a la composición de las especies
 químicas que componen el tracto gastrointestinal. Esta diferenciación no se aprecia 
cuando se analizan las poblaciones microbianas, tal y como se venía haciendo hasta
 la fecha.
La flora intestinal humana, conocida como microbiota, puede considerarse como un
 órgano adicional en el cuerpo. Está formada por millones de bacterias que interaccionan
 entre sí y con el organismo, en consecuencia, afectan a su funcionamiento y salud. Se
 sabe que múltiples trastornos intestinales como la enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa,
 y enfermedades como la obesidad, el cáncer y enfermedades autoinmunes, pueden
 causar cambios en la composición de las bacterias intestinales.
Sin embargo, tales cambios se han encontrado también al examinar individuos sanos
 con diferente edad, localización geográfica, dietas o tratamientos con antibióticos. Por
 lo tanto, hasta hoy no se había esclarecido claramente qué enfermedades producen 
o no las mismas o diferentes alteraciones en la microbiota alterada y si en base a ello 
es posible clasificar diferentes enfermedades. Además, tampoco se sabía si en 
presencia de múltiples enfermedades o físiopatologías alguna de ellas domina a la hora
 de inducir cambios gastrointestinales. “Definir tales cambios es importante ya que de estos
 puede depender no solo la progresión de la enfermedad, sino también de nuestra salud”, explica el catedrático de Genética de la Universitat de València Andrés Moya.
El lupus es un factor dominante frente a la obesidad
Los investigadores han analizado por primera vez la composición y diversidad de
 especies químicas producidas por las bacterias intestinales, lo que se conoce como
 metaboloma, en varios grupos de pacientes. Un primer grupo lo formaban pacientes
 que tienen lupus, una enfermedad reumática sistémica y crónica. Un segundo grupo
 lo formaban pacientes que tienen diarrea infecciosa causada por la bacteria patógena
 ‘Clostridium difficile’. Finalmente, un tercer grupo lo formaban individuos 
sanos. Para ello, los investigadores procedieron a la separación de las bacterias 
del material fecal y la extracción y análisis por espectrometría de masas de última
 generación de los metabolitos bacterianos.
El estudio sugiere que en personas sanas que no sufren ninguna enfermedad, el índice
 de masa corporal y, por tanto de obesidad, es el factor diferenciador “independientemente
 de la edad o de cualquier otro parámetro. Es decir, una persona sana delgada tiene 
una composición y diversidad de especies químicas bacterianas muy diferentes a la de una 
obesa”, apuntan los investigadores. El cambio en el metabolismo intestinal se produce a 
un valor de índice de masa corporal de aproximadamente 25 kg/m2. Esto no ocurre con
 los pacientes que tienen lupus. Así, todos ellos tienen un perfil metabólico gastrointestinal
 diferenciado al de los individuos sanos, independientemente de su índice de masa 
corporal e historial clínico.
Claramente, el lupus eritematoso es un factor dominante frente a la obesidad a la hora 
de su influencia en la actividad de las bacterias intestinales, detalla el investigador Moya,
 también miembro de la Unidad de Investigación mixta de la Universitat de València
 y Fisabio. En consecuencia, una persona con lupus delgada y otra obesa tienen similar 
composición y diversidad de especies químicas bacterianas, hecho que contrasta con
 lo que ocurre en personas sanas. Esto podría ser la razón de que las personas con
 lupus tengan mayor predisposición al llamado síndrome metabólico.
Distintos patógenos intestinales producen diversas alteraciones
Un análisis de pacientes con diarrea infecciosa reveló posteriormente que tener diarrea
 infecciosa también se asocia con un perfil metabólico gastrointestinal definido. 
Por ejemplo, las personas analizadas con diarrea infecciosa causada por ‘C. difficile’
 tienen un perfil similar independientemente de su índice de masa corporal e historial
 clínico. “Pudimos demostrar que los cambios inducidos por este patógeno son diferentes 
a los causados por otros patógenos, por ejemplo, ‘Escherichia coli’”, comenta la
 investigadora María José Gosalbes. Además, los cambios cuando ‘C. difficile’
 produce o no toxinas, causantes de daños graves en la salud, también son 
visibles y marcadamente diferentes.
Nuevas vías de estudio del efecto de enfermedades
Los investigadores demostraron que los cambios que imponen diferentes 
fisiopatologías se exaltan específicamente al nivel más alto de la jerarquía funcional,
 a nivel de especies químicas. Es ahí donde se hacen efectivos. Así, estos estudios
 han encontrado que diferentes fisiopatologías -como infecciones por bacterias
 patógenas, respuesta inmune, u obesidad, entre otros- pueden segregarse en base a
 patrones metabólicos, es decir, en base a la composición de las especies químicas que
 componen el tracto gastrointestinal, mientras que no lo hacen cuando se analizan
 las poblaciones microbianas intestinales. Esto abre nuevas oportunidades relacionadas 
con el estudio de cómo las heterogeneidades que aparecen más abajo de la jerarquía 
funcional, por ejemplo a nivel de poblaciones bacterianas, acaban finalmente en el 
mismo patrón químico que es específico para diferentes enfermedades.
La investigación, que ha contado con la colaboración de grupos españoles de la Universidad
 de Granada, del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la 
Universitat de València (ICBIBE), de la Fundación para el Fomento de la Investigación
 Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio), la Universidad CEU
 San Pablo, el Hospital Clínico de Valencia, y la Universidad de Oviedo, es resultado
 de diferentes trabajos en el marco de una serie de proyectos financiados por el
 Ministerio de Economía y Competitividad, el Ministerio de Sanidad, Servicios 
Sociales e Igualdad, el Instituto Carlos III y la Generalitat Valenciana. Los investigadores
 también han tenido el apoyo del programa EraNET PathoGenoMics2 promovido 
por la Unión Europea. Además, parte de los investigadores forman parte del 
Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBEResp).

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