lunes, 1 de diciembre de 2014

Cuando la comunicación es una parte importante del diagnóstico.

¿Qué te ha dicho el médico que tienes? Con la intención de facilitar la respuesta a esta pregunta, el libro “La comunicación con el paciente” analiza los errores comunicativos entre el médico y una persona enferma que, en los últimos años, ha sido desplazada del centro de la actividad sanitaria
El doctor Gerrit Jan Bosma habla con una mujer en el Centro Médico Aragón en Barcelona. EFE/Toni AlbirEl doctor Gerrit Jan Bosma habla con una mujer en el Centro Médico Aragón en Barcelona. EFE/Toni Albir
Página a página, los periodistas y socios de Cícero Comunicación Arturo Merayo, Fernando Gordón y Esteban Bravo, recorren el estado de la relación entre el paciente y su médico, con el objetivo de “facilitar una herramienta que permita a los profesionales sanitarios mejorar su comunicación”, destaca el catedrático Arturo Merayo.
“Los médicos detectan que tienen grandes carencias emocionales y comunicativas a la hora de tratar con el paciente”, afirma.
Un trato que debe partir de la comprensión del paciente, no como un número en una lista o un caso clínico dentro de un sistema, sino como una persona a la que hay que llegar primero emocionalmente para poder diagnosticarla, ya que como señala Arturo Merayo “si el paciente no se siente importante ¿Por qué haría caso a alguien que no le valora?

El origen de una mala comunicación

La relación entre médico y paciente se caracteriza, hoy en día, por una falta de empatía y eficacia, aspectos que se quieren resolver en un futuro, pero la explicación del hoy y la posibilidad del mañana pasan, como cita un popular proverbio por “saber de dónde se viene”, es decir, conocer cuáles son las causas de una mala comunicación.
“Los profesionales salen de las facultades con problemas en comunicación importantes”, apunta.
Los periodistas Arturo Merayo, Fernando Gordón y Esteban Bravo en la presentación del libro "La comunicación con el paciente". Efesalud.com
Arturo Merayo (izqda), Esteban Bravo y Fernando Gordón (dcha), escritores del libro “La comunicación con el paciente”. EFE-Foto cedida por Cicero Comunicación
Y esto es una dificultad de base que convierte al paciente  en un enfermo que hay que diagnosticar, sin pensar que la enfermedad se asienta sobre una persona, a la que hay que llegar primero para poder curar su patología.
Estas carencias del médico, que pueden pasar desapercibidas en los primeros años de profesión, pueden resurgir cuando “la presión asistencial, que obliga a tratar muchos pacientes en poco tiempo, haga de su actividad una rutina”, indica Arturo Merayo.
Todo ello genera la aparición de errores comunicativos, tales como:
  • No saludar adecuadamente al paciente y llegar a formular preguntas mirando al ordenador.
  • No tener capacidad de escucha, de tal manera, que si se pregunta se tiene que dejar contestar.
  • Una empatía escasa, que pone en peligro el tratamiento por falta de confianza.
“Si el paciente no cree en el médico, no se cura, porque no va a haber adherencia al tratamiento”, añade.
Por tanto, la curación depende del propio enfermo, del médico y de los fármacos, pero también de una comunicación que tiene que superar un final de consulta tan tradicional como: “le voy a recetar esto, tómeselo usted”.

Pasar de dar el diagnóstico a comunicarlo

La búsqueda de la individualización del paciente, es decir, la conversión de un caso clínico de una enfermedad en una persona con nombre y apellidos que la padece, dificulta destacar pautas generales sobre cómo comunicar pero, detrás de la dificultad, sigue existiendo el problema.
“Lo peor para el paciente no es tener una enfermedad grave, sino cómo se le dice, lo que puede ser demoledor”, explica.
El dermatólogo José María Ricard observa la evolución del trasplante de pelo realizado a un paciente. Efesalud.com
EFE/Manuel Bruque
Para afrontar la falta de habilidades en comunicación, el periodista Arturo Merayo, destaca tres claves:
  • Valorar al paciente, situarle de nuevo en el centro de la actividad profesional.
  • Superar las barreras del propio médico, ya que también es una persona con malos días.
  • Crear empatía con preguntas, pero sin que el paciente se sienta invadido.
Estas pautas son las armas para conseguir el objetivo, es decir, una mejor comunicación, pero ¿Cómo se aplican estas directrices en la práctica médica diaria?
Es posible que aquí quepa lugar para la conocida frase “es más fácil decirlo que hacerlo”, pero un punto de partida de este largo proceso empezaría por revisar las fases de una entrevista médica: la acogida, la exploración, el diagnóstico y el proceso negociativo con el paciente.
“Ser un buen comunicador es crear puentes con el paciente para que se sienta en un clima agradable”, subraya.
Para que esta tarea sea posible, este libro recoge la necesidad de interpretar las palabras y el lenguaje no verbal de cada persona, cuyo comportamiento puede ser distinto al paciente anterior o al siguiente.

¿Qué tienen que decir médico y paciente?

Detrás de los datos y recomendaciones está el día a día de la consulta sanitaria, donde se configura una percepción del paciente sobre su médico que se caracteriza, según un estudio realizado en 2005 con 821 personas, por:
  • Ser escuchado, es el elemento más importante para el 30% de los consultados.
  • Un diagnóstico es demandado por el 16%.
  • La necesidad de recibir más explicaciones preocupa al 11% de los pacientes del estudio.
“Ser aconsejado es lo que quieren los pacientes, y la sorpresa es que sólo el 4% quiere ser recetado”, añade Arturo Merayo.

Estos datos muestran una cierta esperanza en la búsqueda de una solución al problema, al coincidir con lo que 141 médicos del mismo estudio destacaron como lo más importante en una consulta médica: escuchar, tranquilizar y explicar.
Por tanto, el futuro de la medicina está en la investigación y en la tecnología, pero sobre todo en una asistencia sanitaria donde no se debe olvidar que todo ámbito médico parte de un simple objetivo, curar al paciente, es decir, a una persona que tiene una enfermedad.

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