jueves, 14 de enero de 2016

Las personas con EII tienen que convivir con una carga “extra”, cuyos síntomas son tabú.

Las personas con EII tienen que convivir con una carga “extra”, cuyos síntomas son tabú.
Tener una Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) conlleva preocupaciones e inquietudes relacionadas con la enfermedad. Las personas con EII experimentan trastornos psicológicos, especialmente ansiedad, que  pueden tener un gran impacto en la calidad de vida incluyendo la capacidad para trabajar o la vida familiar y social.
El apoyo social y el modo en que el paciente haya aprendido a sobrellevar esta carga emocional influyen en su capacidad para afrontar la enfermedad.
Los síntomas de la EII incluyen, dolor abdominal, diarrea con sangre y fatiga, además de aumento de la frecuencia y urgencia de ir al baño  y, en algunos casos, incontinencia fecal. Estos síntomas no sólo pueden causar la interrupción inmediata de las actividades diarias sino que además, tienen un impacto sobre el estilo de vida como la necesidad de permanecer cerca de un inodoro. Como consecuencia, esto puede causar interferencias con el trabajo, la escuela, las actividades sociales, ocio y afectar al bienestar psicológico.
Se ha estimado que los pacientes con EII pueden presentar signos de ansiedad hasta en un 29-35% durante los períodos de remisión y hasta en el 80% en fase de brote. Existe una relación directa entre los síntomas y los niveles de ansiedad.
Los síntomas de la EII sin duda, pueden conducir a cambios psicológicos en los pacientes. Muchos estudios sugieren que los trastornos del estado de ánimo y el estrés psicológico pueden desencadenar brotes en la EII.
Se han descrito algunos factores de riesgo del desarrollo de la ansiedad en EII como: la edad, el estrés psicológico, la gravedad y actividad de la enfermedad, la cirugía, estoma y  la educación o conocimiento  y el estatus socioeconómico de los pacientes.
La detección y tratamiento de los trastornos de ansiedad deben formar parte de la atención clínica integral de la EII, especialmente en aquellas personas que presentan factores de riesgo.
Se ha demostrado que el tratamiento de los trastornos psicológicos  podría mejorar de forma independiente la calidad de vida en pacientes con EII.
Se requiere un enfoque multidisciplinario para garantizar un tratamiento óptimo en el que participen el gastroenterólogo, psicólogo o psiquiatra que cubran aspectos farmacológicos y psicológicos.
A menudo, los trastornos de ansiedad pueden no ser detectados fácilmente. Para una mejor detección, se requiere de una relación médico-paciente activa, trasparente y de confianza.

Bannaga AS et al.  Inflammatory bowel disease and anxiety: links, risks, and challenges faced. Clin Exp Gastroenterol. 2015 Mar 23;8:111-7.  http://ow.ly/MdkXv

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