sábado, 1 de abril de 2017

Probióticos, yogur y salud intestinal.

domingo, 19 de marzo de 2017
Fernando CabanillasÉlie Metchnikoff, Premio Nobel de Medicina en 1908, postuló que la longevidad de los campesinos de Bulgaria se debía al consumo de una gran cantidad de yogurt que sabemos contiene una cuantía de bacterias las cuales él pensaba eran provechosas.  
Metchnikoff fue el primero en introducir el concepto que algunas bacterias no son dañinas y que existen algunas imprescindibles para promover la salud. Élie pensó que había descubierto la solución al problema del envejecimiento, tema que todavía se estudia intensamente y que en ocasiones se convierte en charlatanería. Pero eso no fue lo que le ganó el Nobel.  
En 1965 se introduce el término probiótico en la literatura y se define como microorganismos vivos, que cuando se ingieren, le confieren a la persona beneficios para su salud. Al ingerirse, estos microorganismos proliferan en el intestino. El tema de los probióticos es complejo. Un siglo después de la muerte de Élie Metchnikoff, estamos comenzando a identificar cuáles bacterias son las recomendadas para varios trastornos.  Una barrera para el estudio de probióticos.
En EEUU es que cualquier experimento clínico, aún cuando el propósito no sea buscar aprobación comercial del producto, se debe hacer usando el mecanismo engorroso y costoso de solicitar una aprobación federal. Por eso contamos con un limitado número de estudios y casi todos provienen de Europa. Además, hay poco interés por parte de las farmacéuticas, supongo por lo difícil de conseguir exclusividad.  
No obstante, existen estudios que han identificado algunos probióticos como  útiles para varios trastornos. Lamentablemente, el empaque casi nunca especifica para qué trastornos están indicados, dejando al consumidor a la merced de la desinformación.  Esto responde a que los probióticos se consideran suplementos nutricionales y la ley no permite a los fabricantes ofrecer información acerca de uso para tratar ninguna enfermedad, sino que solo pueden hacer recomendaciones tales como “indicado para la salud intestinal”. Por desgracia, esta industria no está muy regulada y por tanto ni siquiera sabemos si el conteo de bacterias que nos venden es correcto ni tampoco cuál es el número ideal.  
Al momento de comprar un probiótico es importante fijarse en varios asuntos. El primero es si en realidad usted lo necesita. Hay varias condiciones que discutiremos que se pueden tratar con probióticos, pero no hay prueba científica en este momento que el uso rutinario como prevención general sea de beneficio alguno. Una vez decida comprarlo, es importante fijarse en la fecha de expiración porque lo que está comprando son bacterias vivas y no sirve de mucho comprarlas muertas. Si usted está tomando antibióticos, debe tomarlos dos horas antes o después del probiótico para evitar matar sus bacterias. Se supone que el número de bacterias debe ser al menos 10 mil millones (10 “billones”). El uso de probióticos es bastante seguro, pero son bacterias que, aunque inocuas, en personas con un sistema inmune muy comprometido pueden muy raras veces causar infecciones. Ya se han reportado cinco casos de pacientes con cáncer que desarrollaron sepsis por tres tipos de probióticos más usados, pero son anécdotas. La evidencia científica más sólida indica que de 733 pacientes de cáncer consecutivos, tratados con probióticos, ninguno desarrolló infección, pero no todos los probióticos han sido evaluados de forma prospectiva.
¿Cuál es el mejor? Depende de la condición que usted padece. Los más importantes en el mercado son L. acidophilus (Acidophilus de American Health, y Restora, L. rhamnosus GG (Culturelle), B. infantis (Align), “E. coli Nissle” (Mutaflor) y "VSL#3" (VSL#3). Algunos probióticos funcionan bien para una  enfermedad, pero no en otras. Muchos están disponibles sin receta en las farmacias, otros a través del internet y en VSL#3 hace falta receta. Podemos dividirlos en tres categorías.
La primera consiste de aquellos cuya eficacia en ciertos trastornos está muy bien comprobada por estudios rigurosos.  En esta categoría están  Acidophilus y Restora para tratar la diarrea común y corriente, asociada con el uso de antibióticos y también la diarrea inducida por  quimioterapia con 5FU o con Xeloda. VSL#3 también está en esta categoría y se usa para mantener bajo control la “pouchitis”.  
La segunda categoría comprende los probióticos donde hay evidencia moderada, pero sin consenso total en cuanto a su eficacia. Por ejemplo, Align para el fastidioso colon irritable. En esta segunda categoría están también              S.boulardii (Ultimate Floraboulardi para evitar recaídas de colitis pseudomembranosa, una diarrea seria causada por antibióticos y ocasionada por el crecimiento excesivo en el colon de la bacteria C. difficile.  
La tercera categoría es la que yo llamo del “limbo”, donde hay evidencia robusta y firme de la actividad de un probiótico, pero sin consenso entre los gastroenterólogos en cuanto a su eficacia.  En este limbo están los probióticos Mutaflor y VSL#3 para la colitis ulcerosa de leve a moderada en la cual se  comprobó su eficacia, pero por razones extrañas no hay consenso.  Es tema para la próxima columna donde les hablaré de cómo los médicos decidimos si un tratamiento nuevo es recomendable.  
En mi columna anterior discutía la importancia de la diversidad de la flora intestinal para la respuesta inmune en pacientes de cáncer tratados con inmunoterapia dirigida a los puntos de control inmune (“immune checkpoints”). Un estudio clínico proveniente de MD Anderson señala que hay una familia de bacterias, Ruminococcus, que se ha asociado con una mejor respuesta a la inmunoterapia. Aunque no contamos de momento con un probiótico de Ruminococcus, no descarto que pronto haya uno en el mercado.  La iniciativa empresarial de los estadounidenses no deja de sorprenderme. Si a usted le interesa conocer su flora intestinal, existe una compañía, Ubiome, que se anuncia en el internet ofreciendo un análisis de las heces fecales por un cargo de $89, pero una vez conozca su flora, ¿qué hacer con esos datos? 
Élie Metchnikoff pensó que había descubierto en el yogurt la fuente de la juventud, pero nunca le cruzaría por la mente que su intuición, de que en la excreta estaba el secreto, pondría en marcha una nueva frontera de investigación que 100 años más tarde es uno de los tópicos más excitantes en la medicina. ¡Brindemos por Élie con un yogurt bien fermentado! Brindemos también porque algún día se estandaricen las dosis y se regule mejor esta industria.

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