Jueves 26 de junio del 2014, 01:34 pm, última actualización.
Aunque Helicobacter pylori es uno de los gérmenes más extendidos en el mundo , fue descubierto hace relativamente poco: en 1983. Dicha bacteria se relaciona con gastritis crónica, úlcera y cáncer, y su erradicación exige de riguroso tratamiento bajo prescripción médica.
No es un microorganismo inusual, ya que algunas estimaciones señalan que, en promedio, 50% de la población mundial lo tiene (aunque en México se ha detectado hasta en 64% de los habitantes), y que él, más que los hábitos alimenticios o el estrés, es el principal responsable de diversas afecciones estomacales.
Hablamos de la bacteria Helicobacter pylori, que en opinión de los doctores Alfredo Rodríguez Magallán y Juan de Dios Venegas Sandoval, adscritos al Servicio de Gastroenterología del Hospital Juárez de México, dependiente de la Secretaría de Salud en el Distrito Federal, “es germen por el cual muchos de los infectados padecen gastritis crónica (inflamación de la mucosa estomacal por periodo prolongado), la cual puede permanecer como tal o mostrar cambios a través del tiempo, llevando a complicaciones secundarias en buen número de casos”.
A decir de los especialistas, este padecimiento evoluciona en la mitad de los casos a gastritis crónica atrófica (destrucción de células de la mucosa gástrica encargadas de secretar sustancias digestivas), la cual puede ocurrir con o sin metaplasia intestinal (modificación del tejido interno del estómago, de modo que semeja al del intestino).
Asimismo, “10% de los portadores del germen tendrán, a su vez , enfermedad ácido péptica ulcerosa”, es decir, sufrirán erosión de los tejidos internos del estómago, en ocasiones con sangrado, y más aún, explican, “aproximadamente 1% de las personas con gastritis atrófica padecerán adenocarcinoma gástrico (tumor maligno), y grupo también muy reducido evolucionará a maltoma”, que es cáncer tipo linfoma, es decir, que afecta a una parte del sistema inmunológico, llamado linfático.
Evidentemente, estos hechos motivan que los pacientes con gastritis detengan la evolución de la enfermedad y se sometan a tratamiento que combine medicamentos y cambio de hábitos. La terapia es exitosa, ya que logra la erradicación del microorganismo cuando se siguen las indicaciones médicas al pie de la letra.
Conociendo al enemigo
Las evidencias científicas señalan que Helicobacter pylori no es simple bacteria invasora, sino que puede permanecer durante años en nuestro organismo. “Sobrevive Debajo de la capa de moco superficial que cubre la mucosa y ocasiona daño a través de la producción de diversas sustancias tóxicas”, indican Rodríguez Magallán y Venegas Sandoval.
En particular, este microorganismo genera cierta enzima, llamada ureasa, a la que se le atribuyen las siguientes cualidades:
- Al entrar en contacto con la urea (compuesto final que queda de la descomposición de las proteínas que se obtienen de carnes rojas, blancas y huevo) da como resultado la producción de amonio, el cual neutraliza el ácido gástrico. Así, a diferencia de otras bacterias, Helicobacter pylori es capaz de crear las condiciones adecuadas para su adherencia, con pH neutro, debajo de la capa de moco.
- Ayuda al microorganismo a proveerse de los nutrientes que requiere para su subsistencia.
Además de la ureasa, el germen en cuestión produce otras sustancias (citocinas, adhesinas y proteínas VacA o CagA, dependiendo del subtipo al que pertenezca) que en combinación son capaces de destruir las células de la mucosa gástrica. A la vez, las paredes del estómago se vuelven menos resistentes a los jugos digestivos, dando lugar a inflamación, lesiones y propensión a formar células potencialmente cancerígenas.
Las evidencias muestran que el Helicobacter pylorise contagia principalmente por vía oral, habiendo mayor incidencia en el ámbito intrafamiliar. Por otra parte, indican Rodríguez y Venegas, es notorio que la frecuencia de esta infección en países industrializados va de 30 a 50%, mientras que en las naciones en vías de desarrollo oscila entre 50 y 90%.
Es importante añadir que esta bacteria se contrae generalmente durante la infancia, y que tomar café, fumar, consumir alcohol, ingerir alimentos muy condimentados e irritantes en exceso, carecer de horarios fijos para comer, además de someterse a estrés intenso, son factores que refuerzan su ataque a la pared estomacal.
Camino a seguir
Muchas personas portadoras de Helicobacter pylori no presentan síntoma alguno, ya sea porque la infección se encuentra en fases iniciales, avanza de manera silenciosa o no logra evolucionar.
No obstante, cuando se padece inflamación de la mucosa (gastritis) o lesiones (úlcera), puede experimentarse:
- Dolor en la región abdominal.
- Indigestión.
- Sensación de inflamación o saciedad.
- Hambre de 1 a 3 horas después de comer.
- Náusea y vómito.
En casos avanzados llegan a observarse anemia perniciosa (falta de glóbulos rojos, ocasionada porque la vitamina B12, esencial para la formación de estas células, no se puede absorber), dificultad para deglutir, pérdida de peso y hasta sangrado gastrointestinal.
El diagnóstico corre a cargo del médico familiar o gastroenterólogo, quien estudiará los síntomas e historia clínica del paciente, además de que puede solicitar pruebas de sangre o de aliento, así como exámenes coprológicos (de materia fecal) o endoscopía digestiva alta (observación del esófago, estómago y porción inicial del intestino delgado o duodeno mediante sonda que posee cámara diminuta).
El tratamiento variará en cada caso, pero está claro que se encaminará a la erradicación completa de la bacteria cuando sea factible. “Los diversos esquemas terapéuticos tienen índices de curación de por lo menos 80%, como corresponde a todos aquellos abordajes que buscan la eliminación de cualquier microorganismo, además de que no tienen efectos secundarios de trascendencia y deben enfrentar el mínimo de posibilidad de resistencia bacteriana”, puntualizan Venegas Sandoval y Rodríguez Magallán.
Vale la pena señalar que los pacientes con Helicobacter pylori que también tengan úlcera o gastritis crónica son quienes más se benefician con la terapia, mientras que quienes sólo presenten acidez gástrica o reflujo tendrán resultados inciertos.
Por ello, en estos últimos casos el abordaje se dirige a que el paciente modifique los hábitos que afectan su estómago, de modo que debe aprender a manejar situaciones de estrés e ingerir alimentos en horario fijo, mínimo tres veces al día. También evitará el consumo de productos que irriten la mucosa gástrica (grasas, condimentos, refrescos, alcohol, tabaco) y, sobre todo, dará preferencia a frutas, verduras, productos integrales y carne sin grasa (magra), además de que procurará el consumo diario de 2 litros (8 vasos) de agua.
Otro punto importante es que debe mantenerse bajo vigilancia médica periódica y evitar la autoprescripción, pues además de que sólo paliaría sus síntomas y lograría una falsa curación, es posible que encubra un posible empeoramiento de la afección, retrasando su diagnóstico y atención.
Por lo que toca a los pacientes en quienes es factible exterminar el patógeno al microorganismo, se recurrirá a las medidas anteriores y a esquema de tratamiento que consiste en la administración simultánea de dos antibióticos diferentes (medicamentos que eliminan bacterias) y un fármaco para regular la producción de ácido en el jugo gástrico, perteneciente a un grupo denominado inhibidores de la bomba de protones (IBP), como el omeprazol, lanzoprazol o pantoprazol, durante dos semanas, aproximadamente. “Con esto se erradica el microorganismo hasta en 95% de los casos”, señalan los médicos del Hospital Juárez de México.
En aquellos individuos en que no haya respuesta positiva, se recurrirá a esquema terapéutico de segunda línea, que por lo general consiste en dos antibióticos distintos a los que se utilizaron inicialmente, un IBP y bismuto coloidal, aunque en ciertos pacientes podría prescindirse de este último.
Finalmente, cuando la respuesta sigue siendo negativa se realizarán estudios para conocer la susceptibilidad o resistencia del germen a los medicamentos antimicrobianos (antibiograma), y se considerará la posibilidad de combatir el microorganismo con una tercera opción, que consiste en el uso simultáneo de tres antibióticos, un inhibidor de la bomba de protones y bismuto coloidal.
Debemos señalar que el apego a las indicaciones médicas es esencial para el éxito del tratamiento, ya que Helicobacter pylori es una de las bacterias que se adapta a los antibióticos con mayor facilidad, por lo que incluso interrumpir en 1 ó 2 ocasiones la administración de estos medicamentos puede permitirle desarrollar resistencia.
Final feliz
Una vez que concluye la terapia se puede determinar si el paciente se ha curado de la infección; para ello se recurre de nueva cuenta a pruebas de aliento y exámenes coprológicos. La buena noticia es que una vez que la bacteria se ha eliminado del cuerpo, la posibilidad de resultar infectado de nuevo es muy baja.
De cualquier forma, es importante recordar que un ambiente limpio y libre de gérmenes disminuye el riesgo de contraer alHelicobacter pylori, y que están en camino nuevas formas de prevención. “Aún no se cuenta con vacuna que sea segura y eficaz contra la infección que ocasiona esta bacteria, ni una vía óptima de administración. No obstante, aunque los estudios al respecto se encuentran en fase de investigación, los resultados con que contamos son prometedores”, concluyen Venegas Sandoval y Rodríguez Magallán.
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