La médico y divulgadora Giulia Enders se ha convertido en un fenómeno viral en la red con
sus monólogos sobre el intestino | Acaba de publicar "La digestión es la cuestión", donde
explica de forma clara y amena cómo funciona el intestino, "el órgano más infravalorado
del cuerpo humano"
La médico y divulgadora Giulia Enders Jill Enders
Cuando tenía 17 años, un buen día le apareció una pequeña herida en la pierna derecha
que no había manera de que se curara. Después de visitar varias veces al médico, de
probar pomadas y tratamientos, y de que el cuerpo entero se le llenara de aquellas heridas
,
topó con un informe sobre un hombre al que le había sucedido algo parecido después de
tomar antibióticos. ¡Y ella también los había tomado un par de semana antes de que
empezara su calvario! Entonces empezó a investigar porque quería entender qué relación
había entre sus problemas de piel, su intestino y los millones de micro ocupas que lo ço-
habitan, la microbiota.
Así fue como Giulia Enders decidió estudiar medicina y especializarse en
gastroenterología y ahondar más en todo lo que ocurría en su aparato digestivo. Sus
compañeros de piso, explica, solían avasallarla a preguntas -¿cómo se hace la caca?- y se
encontraba en muchas fiestas hablando sobre las curiosidades del intestino.
Tras presentarse hace tres años a un concurso de ciencia para jóvenes – al estilo de los
monólogos científicos que organiza la Fecyt- y ganarlo, su charla se convirtió en un
fenómeno viral en YouTube. Y decidió escribir un libro, “La digestión es la cuestión” (Ed.
Urano, 2015), sobre el que seguramente es el órgano más infravalorado del cuerpo, el
intestino.
El cerebro está de moda, se publican muchos libros de neurociencia. También sobre
el corazón. Pero, ¿sobre el intestino?
[Ríe] ¡Para mí es muy sexy, mucho más que el cerebro! Entiendo que ir al lavabo no es lo
más fascinante del mundo cuando no se sabe mucho acerca de este increíble órgano. Pero
simplemente saber un poquito más sobre él, sobre cómo nos cuida y todo lo que hace por
nosotros, nos haría caer a sus pies.
¿Como por ejemplo qué?
¿Sabías que tienes dos esfínteres en el ano, uno exterior y otro interior, que trabajan de
manera coordinada? El de dentro se encarga de supervisar el estado del intestino, de ver
cuándo hace falta evacuar, ya sea caca o pedos. Entonces avisa al de fuera, que se
comunica constantemente con el cerebro y recibe órdenes de él: “Aquí no podemos, es un
lavabo público” o “¡No! Que te pueden oír u oler!”. Cuando el cerebro dice no, este esfínter
se cierra en banda y no hay nada que hacer. Yo soy muy fan del musculito interior, que
sólo se preocupa por mi bienestar. ¡Es una de mis partes del cuerpo preferidas! Ahora
cuando él me avisa y me dice ‘Eps, hay que ir al baño’, ¡yo lo apoyo! Y hay más cosas
fascinantes sobre el intestino. ¿Sigo?
Adelante…
El cerebro está ahí arriba, aislado, y necesita para funcionar bien información, que le llega
de los oídos, de los ojos, de la piel pero también del intestino que sabe qué comemos,
cómo nos sentimos. Además el sistema inmune alberga muchas células del sistema
inmunitario. Cuando enfermamos, son sentimos emocionalmente chafados. O cuando
tenemos mucha hambre, estamos de un humor de perros. Me parece fascinante esa
relación entre neuronas e intestino, que es aún más evidente en algunas enfermedades.
Por ejemplo, las personas que padecen colon irritable o Crohn o síndrome inflamatorio del
intestino tienen un riesgo incrementado de padecer depresión. O el estrés.
Mal moderno.
Cuando hay estrés, el cerebro le manda al intestino un mensaje: ‘Necesito energía extra’, y
el intestino, solidario, reduce sus funciones. Hay menos flujo de sangre en el intestino, y
también menos mucosa protectora recubriendo sus paredes. Cuando la situación de estrés
se mantiene durante mucho tiempo y deja de ser excepcional para convertirse en habitual,
esa barrea protectora se hace más finas, y las bacterias se acercan a la pared del intestino
y las sustancias químicas que producen inflaman el intestino y también pueden pasar a la
sangre. Y como el intestino y el cerebro está conectados, eso puede hacerme sentir aún
más estresada.
¿Qué papel ejerce la microbiota?
Está conectada a un sinfín de cosas, como el peso. En estudios con ratones, cuando le
damos a los ratones con la dieta unas determinadas bacterias, por ejemplo, que suelen ser
frecuentes en los intestinos de la gente obesa y los roedores engordaban. Y cuando les
das bacterias de las tripas de gente delgada, adelgazan, aunque coman la misma comida.
Estudios recientes sugieren que la microbiota influencia nuestro estado de humor. Piensa
que tenemos 23.000 genes humanos y más de dos millones de genes microbianos.
Tenemos más ADN de bacteria que humano. La bacterias que tenemos en nuestro
organismo nos ayudan a adaptarnos a cambios en el entorno. Llevamos conviviendo con
ellas millones de años.
En su libro dice que la bacteria Helicobacter Pylori, que a tantas personas les
provoca problemas de estómago, es una de “las mascotas más antiguas que
tenemos”.
¡Así es! Y no es tan mala como la pintan. De hecho, ejerce un papel protector contra
enfermedades autoinmunes, porque es capaz de enseñar a nuestras defensas a ser algo
más tolerantes ante sustancias inocuas, como el polen o el gluten. Pero es cierto que
algunos Helicobacter tienen genes distintos y entonces pueden atacarnos. Por eso la OMS
dice que hay que erradicarlo sólo si tienes problemas. Si no, mejor conserva a tu mascota.
¿Hay alguna dieta mejor que otra para el aparato digestivo?
No me gusta recomendar dietas, creo que cada uno debe encontrar aquello que le
funciona. Porque si sigues consejos de unos y de otros, al final hay tantos y algunos
contradictorios, que es para volverse majareta. En mi caso, yo dejé de comer gluten porque
tenía un problema en la piel y a mí me fue bien. Pero si alguien no tiene problemas, ¿por
qué no comerlo? Cada uno debe experimentar qué le sienta mejor. Eso sí, podemos mimar
a nuestras mascotas, las miles de millones de bacterias que viven en el intestino y nos
ayudan a digerir los alimentos y también entrenan nuestro sistema inmunitario, con
prebióticos: espárragos, alcachofas, plátanos, cebolla, centeno, avena, puerro, trigo
integral.. El que más le guste a cada uno.
¿Lo tiene en cuenta cuando cocina?
¡Qué va! Lo que pasa es que hay algunos prebióticos que me chiflan y los pongo en todas
partes. A la hora de cocinar y de comer, me dejo llevar por mi apetito. El único momento en
que escojo a conciencia y desde el cerebro mi dieta es en épocas de mucho trabajo, o de
exámenes, en las que vivo mucho aquí arriba [se señala la cabeza]. La vida se ha vuelto
muy estresante; antes la gente se enfrentaba a una tarea estresante pero luego se relajaba
. Ahora siempre estamos estresados. Hemos perdido por completo la conexión con nuestro
cuerpo, todo el día centrados en la pantalla del ordenador, dejando de lado el resto. No
puede ser, hay que reconectarnos, ver cómo nos sentimos en cada momento. Por eso,
cuando estoy super estresada decidido parar de manera consciente y cuidar un poco a mis
bacterias, que tanto hacen por mí. Y darles prebióticos. Les encanta la fibra. Yo las cuido,
ellas me cuidan.
Por cierto, ¿tiene lavabo turco en casa?
¿Me preguntas si hago caca en cuclillas? ¿Es eso? [Ríe a carcajadas] No, no, qué va. Vivo
en un apartamento compartido con otros cinco estudiantes en un edificio muy viejo de
Fráncfort. Y tenemos un baño tradicional. En el libro recomiendo que aquellas personas
que tienen problemas prueben a hacer caca agachados, va muy bien. Si no se puede,
pueden probar a ponerse una caja o algo que les levante las piernas cuando están
sentados en el retrete; y que echen el cuerpo hacia delante, de manera que quede en la
misma postura que si estuvieran en cuclillas. Mano de santo.. Si no tienes problemas,
puedes hacer caca como quieras y donde quieras.
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